miércoles, 28 de octubre de 2009

Otra de las que me dan...

Su visita es muy frecuente, viene acompañada de incertidumbre y misterio. Disfrazada de realidad absoluta aunque le queda mal el traje, vaga por mis pensamientos la gran mayoría del tiempo. A veces se va, pero luego vuelve, sólo no está si me quedo en el presente y concentrado en el alguna tarea en específico; busco satisfacerla, de manera que no tenga lugar en mi casa.

Cuando llega, todo se vuelve confuso y me enojo frente el pensamiento de que tiene razón en lo que establece. Me conoce y se aprovecha de eso, sabe que le temo y me vuelve su siervo, sin embargo, eso mismo será lo que por un tiempo me liberará.

“Vivo en un país tercer mundista, donde hay gente tercer mundista y por consiguiente poco a poco me convertiré en una persona tercer mundista”.

Esta frase llega a mi cabeza muy a menudo, y es lo que más me preocupa, es lo que me impulsa a tratar de no ser como los demás. Me he dado cuenta, de que muchos de los problemas que hay en mi país, vienen dado a un tipo de pensamiento o estilo de vida que comparte la mayoría de los habitantes como es ser: conformista, indiferente ante problemas sociales, ignorante, etc.

A pesar de la buena imagen que nosotros mismos nos damos, estamos evadiendo la otra cara de la moneda. ¿Cómo podemos hablar de progreso si nuestro pueblo ni siquiera está de acuerdo con lo que es progresar? He andado mucho, y me gusta relacionarme con muchas personas, de toda clase, y el mejor lugar donde conocer gente de las que estoy hablando, es en el transporte público, el mercado, universidades, etc. He conocido muchas personas, de diferentes puntos de vista, que asimilan la realidad de manera distinta, lo cual respeto pero no es un crimen criticar constructivamente sus ideales.

Empiezo con la anécdota de un profesor que me dio clases de en la universidad. Era pobre cuando ingresó a la universidad como estudiante, y hasta ese día, aún no había visto que su padre aportara para otra cosa que no fuese comida. Con ese pasado, mi profesor siempre era indiferente con su padre, ya estaba dispuesto a graduarse y buscar la mejoría para su familia. Menciono este caso por lo siguiente, un día su padre le dice: “Hijo mío, ya estás grande. Si necesitas que te de dinero para salir por ahí con alguna mujer, sólo avísame”. Mi profesor responde: “¿Por qué no me preguntas si necesito zapatos o un buen libro?”.

Como ven, aquí hay un típico hombre mujeriego enseñándole a su hijo ser mujeriego. Al igual que un buen alcohólico enseña a su hijo ligar tragos, etc. Hay muchos casos en donde el apoyo de los padres va dirigido en sentido opuesto al que requiere el hijo. He conocido demasiados casos como el citado y tantos más rondando en nuestra sociedad. ¿Qué se puede hacer para cambiar esto? Me he dado cuenta que la gente simplemente no quiere cambiar…

Cuando me hago las preguntas ¿Hacia dónde voy? ¿Quién soy? ¿Quién seré mañana?, me atemorizo por pensar que podría llegar a ser tan poco consciente como aquel hombre que mencioné y que el espíritu tercermundista esté dentro de mí. Por eso mi afán, por eso trato de ser diferente y por eso, me gusta verme como alguien que desea ser diferente. A nosotros los jóvenes nos corresponde cambiar la forma en que marchan nuestros países, de romper las “tradiciones” que sólo nos hacen más ignorantes, para que mañana sean países dignos de habitar.