Silencio a mi alrededor, brizas frías que dulcemente abrazan mi cuerpo, como hazaña de seducir este sueño que me entorpece, inician la noche nuevamente. Todo bien, como antes, solo falta ese beso inapropiado que te saca de rutina, el roce de mi barba sobre tu mejilla que tanto te molesta, las palabras perdidas en el silencio de tus deseos ocultos, y ese suspiro exhausto al caer entre tu pecho.
El sueño no se justifica, si no es más que las puertas hacia otra cárcel donde tú eres el mayordomo, donde abres y cierras las rejas según tus deseos, y haces de mi lo que quieras; el sueño se disfraza de realidad y mezcla la noción de este mundo con el que conozco desde pequeño como real.
No quiero dormir, no quiero soñar...